Vive a la vuelta del estadio Giuseppe Meazza. Cuenta que se entera de los goles por los gritos de los tifosi antes que por la transmisión televisiva. No hay nostalgia, sí orgullo de haber pertenecido a ese mundo. Lucas Biglia recorre las calles de Milán como un ciudadano cualquiera y disfruta del anonimato. El derrumbe quedó atrás y dejó enseñanzas. “Cuando se termina tu carrera te das cuenta de que mucha gente que tuviste a tu lado… en realidad estuvo por lo que ibas obteniendo. No por lo que vos eras como persona. Y ahí te encontrás con el vacío”, confiesa, todavía con la decepción de la revelación. Biglia dejó de jugar hace menos de un año. Anda por los 38 y tiene toda la vida por delante.
-¿Todos desaparecen?
–Tuve la suerte de crecer con los valores de mi familia y, luego, comenzar a formarme con entrenadores como Jorge Rodríguez y Carlos Balcaza en Argentinos Juniors, que me enseñaron a ser hombre. Y me sirvió para afrontar el mazazo más grande de mi carrera, el que recibí del 2014 al 2018. Cuando volví del Mundial de Brasil, en 2014, la gente me mandaba mensaje a mis redes sociales pidiéndome fotos, que le firmara las camisetas y yo iba a la casa de gente desconocida a cumplir sus deseos. Lo hice sin ningún problema. Después de las finales perdidas en las Copas América de 2015 y 2016 ya me miraban con otra cara, y después de Rusia 2018 ni te cuento… Ahí me di cuenta de que no tenía que haber hecho aquello, porque vos creés que estás llenando algo en la vida de los demás y no estás llenando nada. La peor parte me la llevé yo. Querían a ése del momento, no me querían a mí. Si aquel, y el que vino después, y el de ahora siguen siendo el mismo tipo… Pero en 2014 estaba bueno estar cerca de ése, después ya no…
-¿Te sentiste usado, decís?
-Usado no… Me di cuenta lo que cambia un resultado. Pensamos que el éxito depende de un resultado, y eso es mentira. Depende del crecimiento y la progresión que uno vaya teniendo en su vida. Experiencias y enseñanzas hacen al éxito, el resultado es una frutilla que se puede dar o no se puede dar. A nosotros no se nos dio, pero mi crecimiento no se detuvo por perder. Un resultado no determina si sos útil o inútil. En el éxito lo malo no se ve nunca, y te puedo hacer una lista de éxitos que estuvieron atravesados por errores o por malos grupos. Si hasta en ocasiones ni siquiera gana el mejor. Y mirá… yo no tendría por qué meterme porque realmente no sé qué ha pasado, pero después del título mundial de Qatar que se deseó durante tanto tiempo, aparecieron algunos problemas. Y vos desde afuera te preguntás, ‘¿pero cómo es posible?’. Pero como nadie aclara nada, ni nadie dice nada… algo malo hubo, porque de lo contrario no se hubiese hablado y especulado como sucedió. Pero el resultado siempre distorsiona todo. Mi experiencia me demostró que el éxito no está atado al resultado.
El relato es crudo, lleno de autocríticas. Biglia parece detestar el sopor de la complacencia. Y elige no hacerse el distraído. Jugó 17 temporadas en Europa, hasta junio del año pasado. Las últimas tres en Turquía, en equipos de casi imposible pronunciación: Fatih Karagümrük SK e İstanbul Başakşehir FK. “Se dio así, fue como un retiro forzado…”, murmura. Y conviene detenerse en el relato cronológico. “Cuando en enero de 2020 llega Leonardo como director deportivo del Milan, él no me quiere. Quería a sus jugadores. Y aunque me quedaba la opción de un año más, decido no renovar. Fiorentina y Torino eran mis dos opciones… y apareció la pandemia. Se para el fútbol, se detiene el negocio. Me quedo sin equipo a final del mercado y con 34 años. Entré en desesperación y prioricé una buena ciudad, y Estambul lo era. Me fui al Karagümrük y me encontré con un equipo recién ascendido, sin centro deportivo, un desastre a nivel organizativo… una tercera división de Argentina estaba mejor. Al año me quise ir, me buscaba Fenerbahçe, pero no me dejaron ir. Después sí me pude ir a Başakşehir y jugué mucho, jugué Conference League, completé 47 partidos y perdimos la final de la Copa de Turquía con Fenerbahçe. Me quedaba un año, pero hablé con mi mujer, con los chicos más grandes y les pregunté qué querían hacer. Los chicos me dijeron que no aguantaban más, que se querían ir…
-Y se fueron.
-Volvimos a Italia, a Milán, a buscar algo, cerca, para no alejarme de ellos. Tenía la expectativa de encontrar un equipo en segunda división… Imaginate, ofreciéndome, porque no me interesaba la parte económica, solo quería jugar. Me entrenaba solo, y así no es fácil. Te destruís, terminás perdiendo confianza en vos mismo, te desvalorizás, te empezás a menospreciar. Un día volvía a casa después del gimnasio y le dije a mi señora ‘chau, listo, no quiero saber más nada’. Me sentía mal, puta madre, 20 años jugando al fútbol, ofreciéndome y que me dijeran no…
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— Argentinos Juniors (@AAAJoficial) December 23, 2023
-Pero desde la Argentina te buscaban.
-Sí, sí. Me llamaron de Argentinos, de Independiente, y estoy muy agradecido con ellos. Tuve ofertas para ir a Brasil y a México, pero ya estaba instalado en Italia y no quería mover más a mi familia. Y bueno… lo tuve que aceptar. Me dolió. Fue un retiro forzado. Los primeros meses, más allá de la decepción, los llevé bien, pero después, en octubre/noviembre del año pasado me pegó un bajón. A las 4 de la tarde se me terminaba el día y me metía en la cama. Me recriminaba todo, me echaba la culpa, cuestionaba mis decisiones… pero de a poquito fui entendiendo que no había dependido de mí, que yo lo había intentado… Y hoy estoy bien.
-¿Hiciste terapia?
-No, salvo en los tiempos de juveniles de la AFA con Marcelo Roffé. Pero en estos años sí leí muchos libros de autoayuda, especialmente del mexicano Daniel Habif. Y uno en particular, que se llama “Inquebrantable”. Hoy, que salí, desde afuera, ya la veo diferente y me planteo por qué no me apoyé en alguien, al menos para descargarme. Pero no lo hice. Sí, recuerdo que en los 45 minutos que tenía del entrenamiento del Milan a mi casa me iba masacrando solo arriba del auto, mirándome en el espejo retrovisor. Y en el pádel encontré un sustituto para tener la cabeza ocupada, para entrenar, para obligarme a mejorar. Hoy lo miro de otra manera y ya estoy con el bichito de ser entrenador.
¿Pádel? Todo un especialista. Hace un par de semanas, en Dubai, con ‘Cuchu’ Cambiasso de compañero, salieron subcampeones de un torneo del circuito de leyendas. “El pádel es una gran alternativa para no perder ritmo, para seguir sintiendo la competitividad. Voy al gimnasio, dos veces por semana tomo clases con un profe… Perdimos la final contra Luca Toni y Manuel Locatelli. Participaron Totti, Vieri, Vincent Candela, Dida, Pizarro, Materazzi… Por llegar a la final, ya nos clasificamos para el Masters que se jugará en diciembre, también en Dubai. En el año habrá otras series, en Monaco, Barcelona, Miami… y quizás nos inviten. Participamos de otros torneos, acá en Milán todos los lunes, y después iremos a jugar al sur de Italia… Pero debo controlarme, porque si me anoto en todos, un día voy a volver y mi esposa me habrá dejado la valija en la puerta”, bromea Lucas.
Su mujer es Cecilia, de toda la vida. También de la ciudad de Mercedes. “Ahora estoy más con los chicos y la libero un poco a ella, que durante años estuvo algo presa. Nosotros nunca tuvimos niñera y siempre nos las ingeniamos. Ella, en realidad. Tenemos a Allegra y Alessio ya grandecitos, digamos, con 14 y 10 años, pero hace un año y medio llegó Agata y con ella, ahora me doy cuenta de todo lo que me perdí con los dos primeros”, asume. Lamenta. Los chicos son el testimonio de casi dos décadas de mudanzas: nacieron en Bruselas, Roma y Estambul. A ellos buscó bajarles un mensaje cuando completó la secundaria, a distancia a través del programa ‘Adultos 2000′. Está esperando el título para enmarcarlo y entregárselo a su madre. Promesa cumplida.
-Vas a comenzar el curso de entrenador. ¿Qué te gustaría tener de los técnicos que te dirigieron?
-Sí, en julio arrancaré el curso en Coverciano. Me encantaría trabajar en la formación. Me gustó mucho la manera de ser de Balcaza en mis inicios en Argentinos Juniors y, después, la gestión de grupo que tenía Simone Inzaghi, el costado emocional de Gattuso, el romanticismo atrapante de Menotti, la convicción de Martino y toda la maestría de Sabella. De todos se aprende, y también de los malos, porque ahí aprendés todo lo que no tenés que hacer el día de mañana. Cuando llegué a Lazio tuve a un entrenador que, te juro, sentía que me hacía todo a propósito: Vladimir Petković.
Una parte del pasado sigue encerrado en un bolso. Sí, un bolso de la selección argentina que atesora todas las camisetas que intercambió. Hay joyas: los mantos de Pirlo, Kaká, Buffon, Totti… y todas las que Lucas usó en Brasil 2014, porque esas se las guardó para siempre. Ahí adentro, también, espera la medalla de subcampeón del mundo. “Yo sé que voy a terminar reivindicándola y la luciré en un lugar destacado…”, vuelve a murmurar. Esa final con Alemania, esa tarde en el Maracaná siempre sobrevuela… Empieza a escuchar la pregunta… ¿tu negación a venir a la Argentina era sólo por la mudanza o…? E interrumpe. “No, no. Mi negación a volver a la Argentina era por el sufrimiento. En Argentina iba a seguir sufriendo, y quizás más. Estaba enojado”.
-A ustedes los marcó que no ganaron nada.
-Ese siempre fue el mensaje facilista: no ganaron nada, hay que poner más huevo, hay que correr, hay que querer la camiseta. Nunca lo pude entender. A nosotros nos tocó vivir la transformación de la AFA, algo que no le había sucedido a ninguna otra camada. La Comisión Normalizadora, después llegó ‘Chiqui’ [Tapia]… fue todo un proceso político. Fue política. Y cuando está la política de por medio, es todo mugre. Es la realidad y no hay otra explicación. Y la pagamos nosotros, porque éramos los que estábamos. Después, podíamos tener malos o buenos partidos, ese no es un problema, porque el que juega se expone. Pero hubo una crítica excesiva para destruir algo, con la finalidad de poner a otro en ese lugar. Había que cambiar entrenadores, sacar gente… Durante esos cuatro años de transformación de la AFA, nosotros sufrimos. Y nadie se dio cuenta de que nosotros ayudamos a que ‘Chiqui’ Tapia se fuese haciendo presidente de la AFA. Esa fue la realidad. Le decíamos: ‘Chiqui, nosotros creemos que vos tenés que mejorar el predio de la AFA para que sea cada vez mejor’. Hoy vas al predio y está mejor que el predio de cualquier selección europea. ‘Chiqui, no pude ser que los jugadores deban tomarse dos o tres aviones y tardar 20 horas para llegar a la Argentina. Poné un chárter en Madrid que traiga a todos juntos’, de decíamos. A mí, una vez me tocó hacer Milán-Franckfurt-Buenos Aires, cuando desde Milán había vuelto directo, pero el pasaje salía más barato haciendo la escala. Llegué el martes al mediodía, me entrené el miércoles y jugué el jueves, y no fui a la prensa a decir que casi no había pegado un ojo y estaba liquidado. ¿Vos escuchaste quejarse a algún jugador? No, porque todos queríamos estar en la selección. Nosotros fuimos bancando, ayudando a crecer a esa nueva AFA para darles cada día más comodidades a los jugadores que están hoy.
-Un aporte invisible, mientras el medio exigía triunfos.
-Nuestra obsesión era que la selección siguiera creciendo. Nuestra opinión apuntaba a mejorar. Para que el futbolista estuviera más cómodo, para que los clubes confiaran en la AFA y cedieran a sus jugadores cuando eran citados, y no dieran mil vueltas para no liberarlos. ¿Sabés las veces que muchos tuvimos que pelearnos para venir porque los clubes no querían cedernos? Y le decíamos a Chiqui: ‘Comprá la cámara hiperbárica que te ayuda a recuperarte antes, compra la centrifugadora para recuperar los desgarros…’ Ideas para crecer. Ojo, como estoy seguro que la camada anterior a la nuestra también lo hizo para ayudar a los que íbamos a venir. Y los que están ahora también deben estar aportando ideas para los que vendrán dentro de tres o cuatro años. A nosotros nos tocaron cuatro años de mierda, en los que tratamos de ayudar a Chiqui que venía de la muerte de Grondona, de la votación esa ridícula, de la Comisión Normalizadora que fue el desastre más grande de la historia del fútbol argentino… ‘Chiqui’ venía de conducir un club, que no es lo mismo que la Asociación.
-¿Rusia 2018 siempre será un estigma?
-Las cosas no salieron bien por responsabilidades compartidas. No solo por el entrenador. Había una inestabilidad previa al Mundial… Se decía que Sampaoli había tenido un problema con una chica empleada de la AFA, y hasta adentro en la concentración de Rusia teníamos gente que se postulaba para dirigir… ¿Cómo iba a salir algo bien? Mierda de acá, mierda de allá. Nunca estuvimos tranquilos. Y pasó lo que pasó: fuimos un desastre. No hay que darle vueltas. Nos juntamos con Jorge antes de Nigeria y le dijimos: “No estamos entendiendo tu manera de jugar, estamos sufriendo la manera a la que vos querés jugar y simplemente te pedimos volver a lo básico: un 4-4-2, sin inventar nada. Nos jugamos la clasificación y por favor te pedimos que hagamos las cosas simples”. Se dijeron mil cosas, pero pasó eso.
-¿No le armaron el equipo, entonces?
-¿Qué nosotros armábamos el equipo? Si nosotros hubiésemos armado el equipo, ¿te crees que contra Francia íbamos a dejar en el banco al Kun y a Higuaín, posiblemente los dos mejores 9 del fútbol mundial en ese momento? Entonces… ¿Qué? ¿El partido anterior sí armamos el equipo y al partido siguiente no? No nos adaptamos al estilo de juego de él, quizá, porque nuestras características no eran para el juego dinámico de él. No fue solo culpa suya, porque hay que decirlo, a él le fue muy bien en la mayoría de los lugares en los que estuvo. Quizás nuestras características no eran las adecuadas para como él quería jugar, y lo sufrimos un montón. Nosotros le agradecimos cuando llegó porque agarró un fierro caliente, en un momento de mierda de las eliminatorias, pero después todo se fue pudriendo por cosas que salían de adentro. Nosotros éramos un círculo cerrado, y sin embargo salían mil rumores todo el tiempo. Nosotros sabíamos que la rata la teníamos adentro… Allegados, amigos de representantes… no podíamos estar vigilando a todos.
-Creo que llegaron a sentirse los dueños de la selección, un exceso. Pero fuiste valiente cuando asumiste: “Me sobró un Mundial, no estuve a la altura”.
-… Fui al Mundial, jugué 45 minutos y no pude más. Y se lo dije a Jorge, antes de los partidos con Nigeria y con Francia: “Jorge, no estoy para jugar, no me puedo mover, me duele”. Venía de dos fracturas cervicales seguidas [en abril de 2018, ante Benevento, y al volver en mayo, un rodillazo del ‘Papu’ Gómez agravó la zona]. Pero el sentido de pertenencia, haber atravesado cuatro años de sufrimiento, haber luchado contra todo para estar y… yo quería estar. Para el otro Mundial, en 2022, iba a tener 36 años… no llegaba. Rusia era el último.
-¿Fueron egoístas? Se expusieron y salió todo mal.
-A nivel personal no solamente terminé para el culo el Mundial, sino después también en mi club, en el Milan. Le pedí permiso a Gattuso para arrancar más tarde la pretemporada y recuperarme bien de la espalda porque estaba hecho mierda. Y cuando empiezo la pretemporada, al mes me rompo la inserción del Aquiles con el gemelo por haber estado corriendo mal dos meses seguidos por el problema de la espalda. Y estuve cuatro meses y medio parado. No sólo que me jugué todo para ir al Mundial por el prestigio, que lo destrocé, que después, además, me tuve que reconstruir físicamente desde cero… y ya tenía 33 años.
-¿Hablaste alguna vez con el ‘Papu’ Gómez?
-No. ¿Sabés cuándo me lo volví a cruzar? Hace 20 días, en un torneo de pádel, acá. Escuchá: mi hijo lo ve y me dice, ‘papá, me quiero sacar una foto con el Papu’. Y… andá a sacártela, ¿qué le iba a decir, que no porque una vez me rompió todo? Pero antes, por intermedio de amigos, el ‘Tanque’ Denis me pidió permiso para hablar con él. Y el ‘Papu’ le dijo que estaba todo bien, que tenía la mejor conmigo. Él dijo eso…, pero jamás me mandó ni un mensaje ni me llamó nunca. Y ya pasaron seis años. ‘Loco, mirá, te pido mil disculpas’, algo así. Yo no soy rencoroso, pero si te portás así, tengo que pensar que no lo hiciste de buena fe. Alessio quería la foto… y tiene la foto, jajaja.
-¿Cómo creés que impactó en la opinión pública la conquista de Qatar sobre ustedes, la generación anterior? ¿Prescribió y se acabaron los reproches, o los expuso más?
-No sé qué pensará la gente… Yo sólo quise que les vaya bien porque tengo amigos en la selección. Ahora no me interesa qué dirá la gente, pero cuando jugás todo te llega.
-A Mascherano, si le iba mal en el Preolímpico, desde algunos sectores lo estaban esperando…
-Javi está en un lugar privilegiado, pero estaba sufriendo… Lo vi a fin de año y le dije: ‘Loco, dejá de machacarte porque es una nueva etapa, y no la estás viviendo como jugador, sino ahora sos técnico… déjate de joder, déjate de castigar. Porque si te pegás, el que te ve de afuera también te pega’. Es un pibe muy exigente y no se perdona no obtener lo que quiere. Y para él era un peso muy grande el Preolímpico, muy grande. Él siempre tuvo el miedo de sentirse el problema. Cuando nos fuimos de Rusia dijo ‘el problema soy yo’; cuando terminamos las Copas América de 2015 y de 2016 dijo ‘el problema soy yo’. Siempre se tiró abajo. Pero Javi estuvo 22 años al máximo nivel, y eso demanda una altísima preparación psicológica. Por eso Leo es el mejor de todos los tiempos, porque logra vivir todo lo que le pasa con naturalidad. A lo mejor, otro, al año siguiente de ganar un Balón de Oro, se hubiese desmoronado por la presión, en cambio para él todo es natural. Nada lo sufría, su único enojo era no poder ganar con la selección.
-¿Y cómo viviste el título en Qatar?
-En Turquía. Cuando arrancó el Mundial nos llevaron de pretemporada a Antalya, pero casi todo el torneo lo viví en mi casa, con la familia. ¿Qué me pasó? Como padre fue divino, mágico; que me hijo vea salir campeón del mundo a la selección no tiene precio. No te puedo explicar la euforia de esa criatura festejando el título. Como jugador sentí que me sacaba un peso de encima: iba a ser imperdonable haber compartido la selección con el mejor jugador de la historia y que él terminara su carrera sin poder coronarse campeón del mundo. Y también sentí una alegría enorme, pero enorme, más que por ningún otro, por Fideo [Di María], porque sé todo lo que vivió con sus lesiones y las críticas que lo acribillaron. Fue una mezcla de sensaciones hermosas.
-Lo conocés a Messi desde 2005…
-Y siempre fue un líder. Hay gente que solamente con su presencia demuestra un liderazgo, y él es de esos. Fue tomando un montón de experiencias, no únicamente de sus compañeros de la selección, sino también del Barcelona, y se fue consolidando. Siempre se puso al frente de un grupo para defender a sus compañeros o a los trabajadores del predio de la AFA. Del 2005 a hoy, es el mismo pibe. No lo cambiaron los 8 Balones de Oro, ni las 4 Champions ni la Copa del Mundo. No lo cambia nada. Es su forma de ser. Su presencia ya demostraba liderazgo desde pibe.
-Lo habrás llamado después de Qatar…
-No. No. Le mandé un mensaje de texto porque no iba a poder hablar, me iba a quebrar. Entonces le escribí larguísimo. Después me lo respondió y charlamos un rato. Para mí, a nivel emocional, era muy importante que Leo pudiera ganar un Mundial.
-¿Cómo analizás a la selección? ¿Quién te sorprendió?
-Los intuyo ambiciosos, irán por más. Me gusta la selección, el nivel es muy parejo, la vara está muy alta. No te digo que me deslumbró, pero el que cada vez me gusta más es Alexis Mac Allister. Sacando a Leo y a Fideo, ‘Ota’ volvió al nivel que había mostrado en el City, ‘Cuti’ es una bestia, Lisandro es un animal, Tagliafico, Molina o Montiel por los costados te garantizan un 6/7 puntos; en el medio, así jueguen De Paul, Guido, Enzo o Paredes tienen un nivel muy regular y saben jugar bajo presión… y adelante tenés a Julián en un nivel de la puta madre, Angelito que la viene rompiendo hace tiempo, el ‘Tucu’ Correa que debe recuperar su nivel… Y además, el técnico empezó a llamar a jóvenes con gran talento. Es difícil encontrarle un punto débil, hoy, a la selección. Me pongo en lugar del entrenador y para él será cada vez más difícil por la cantidad de jugadores que tiene. Es muy difícil elegir. Hay que estar preparados, y no digo los jugadores que seguro lo están, sino la gente debe saber que un día llegará un mal resultado. Porque es así.
-¿Quién es Scaloni? Él también estuvo en Rusia 2018.
-No te voy a decir que yo sabía que le iba a ir así… Pero puedo hablar por las horas y horas que charlé con él y con Javier [Mascherano] adentro del sauna de la concentración y ya te dabas cuenta de su pasión, de una mirada diferente. Después, además, se rodeó de gente de alto nivel como Pablo [Aimar], Roberto [Ayala], Samuel. Y nunca se apartan de la humildad. Siempre ponen a los jugadores y hasta a la gente delante de ellos. Scaloni es un ‘Gringo’ de pueblo y no lo cambia el éxito. Él es de los que saben que el éxito, en realidad, es otra cosa.
El goleador culto, el arquero que para las balas y el crack implacable
Lucas Biglia jugó en Europa entre 2006 y 2023. Ganó 11 títulos en su carrera, participó en dos Mundiales, tres Copas América y sumó 58 partidos en la selección. ¿Qué opina de cinco nombres, cinco compañeros extranjeros de su trayectoria entre Anderlecht, Lazio, Milan y el fútbol turco?
Romelu Lukaku: “Me lo encontré con 16 años en el Anderlech. Se preparó para ser jugador de fútbol. Una persona muy culta, habla cinco idiomas. El padre priorizó siempre sus estudios, incluso faltaba a los entrenamientos cuando rendía los exámenes. Tenía un hermano mucho más talentoso, pero él con su cabeza logró llegar mucho más lejos que su hermano”.
Miroslav Klose: “Cuando llegué a Lazio, él me apadrinó. Me ayudó mucho. Me guió dentro del club para que entendiera donde estaba llegando. En el año 2015, el entrenador Stefano Pioli le quiso dar la cinta de capitán y él la rechazó, dijo que tenía que ser para mí porque él creía que el futuro de Lazio era yo… genuinamente generoso”.
Ciro Immobile: “Una bestia. Napolitano, pasional, estaba todo el día hablando de Maradona y Maradona. Vivía con el arco entre ceja y ceja, uno de los jugadores más rompehuevos que conocí porque todas las pelotas de Lazio tenían que ser para él. Vivía obsesionado con y para el gol”.
Gianluigi Donnarumma: “Un pibe al que le tocó, a los 16 años, ser hombre. Se encontró con un cambio de sociedad como nuevos dueños del Milan y tuvo que afrontar dos años malos. Y él lo salvó al club, él paraba las balas de verdad. Y, además, tiene una humildad gigante”.
Zlatan Ibrahimovic: “El segundo mejor futbolista con el que jugué. Lo vemos arrogante, pero él te inculcaba que creyeras en vos. Que creyeras que eras el mejor. Y te decía que para creértelo, te lo tenías que decir. Cuando te hablaba, te hablaba con su seguridad, no es agrandado. Si vos le decías que iba a enfrentar al mejor defensor del mundo, él te decía ‘No hay problema, soy Zlatan’. No te permitía errores, lo tenías encima obviamente para mejorar. Si no te veía metido, era capaz de ir y meterte un “churrascaso” para que te despiertes. Aceptaba la fricción y los desafíos para exigirse. Podías matarte en una práctica, que después en el vestuario, iba, te daba la mano y te decía: ‘Gracias, porque hoy me ayudaste a ser más grande’. Ibra asumía que al único que no podía superar era a Leo, pero al resto sentía que los superaba a todos”.